domingo, 19 de febrero de 2017

¡Salud!

Es un jueves por la mañana. Miro por la ventana y veo que hay llovizna. El invierno berciano pinta los picos de los Montes Aquilianos de blanco, pero las calles de Ponferrada de gris. Un temblor en el bolsillo de mi pantalón indica que recibo un mensaje. Es mi estudiante de la mañana. ‘No puedo venir. Gripe o un catarro.’ De pronto tengo la mañana entera libre. Esto significa hacer de compras ampliamente. Pero no es el tiempo adecuado para ir lejos. Pues, me quedo aquí en el barrio. Pongo mi abrigo, bajo la escalera y cruzo con la cabeza encogida entre los hombros bajo la lluvia la Avenida de América.

Primero a la farmacia. Allí siempre compro los medicamentos de toda la familia, que sobre todo por mi suegra suelen ser muchos. Si Julio, el propietario, tiene tiempo, me atiende personalmente. Nos conocimos durante una caminata en la montaña organizada por la escuela de idiomas y después nos encontramos algunas veces en una cata de unas de las bodegas de la comarca. Pues, el procedimiento normal de entregar la tarjeta sanitaria y las recetas, la buscada de las pastillas en el almacén detrás del mostrador y el pago, se combina con una conversación sobre nuestros hobbies en común. ‘¿Vas a la montaña este fin de semana?’ ‘Creo que sigue lloviendo.’ ‘Quizás voy a la cata de la bodega Palacios.’ ‘Interesante. ¿Dónde y cuándo estará?’

Veo que hay una pila de folletos al lado de la caja. ‘Los antibióticos siempre con receta en la farmacia, leo.’ Este mensaje solamente refuerza mi suposición de que en España el comportamiento con las medicinas es más laxo que en Holanda. Para cada tos, constipado o dolor se toma pastillas, parece. Una vez tuve que ir a una farmacia nocturna y me daban sin ningún problema un medicamento de la cual la caja avisaba que solamente se podría obtenerla con receta. Un amigo mío en Holanda me pregunta a veces si puedo llevarle un tubo con crema para su lesión que en Holanda ningún doctor le quiere receptar, ni hablar de que una farmacia se la venda. Un estudiante mío me contó que su doctor le receptó antibióticos cuando tenía un catarro. ‘¿Antibióticos para una enfermedad viral?’, le pregunté con asombro. Me explicó que no había tomado las pastillas por los efectos secundarios y las había sustituido por pastillas homeopáticas que ayudaron de veras; unos días más tarde el catarro había desaparecido. No lo dije pero pensé: ‘catarros suelen desaparecer en unos días.’ Es una tendencia. En vez de consumir menos medicamentos la gente crítica a la industria farmacéutica consume medicamentos homeopáticos o visitan doctores alternativos. Y también en este sector se gana mucho dinero.

Mientras tanto me he despedido de Julio y estoy haciendo compras en el supermercado casi al lado de la farmacia. Desde los estantes letras grandes me gritan que tengo que preocuparme de mi salud: con Omega 3, con grasas insaturadas, con calcio añadido, sin azucares añadidos, no contiene lactosa, no gluten. Hasta en un paquete de azúcar leo que no contiene gluten. Yo también participo de esta tendencia de alimentación saludable: compro un paquete de avena y yogures naturales desnatados, lo que es según las páginas webs sanitarias el desayuno ideal para bajar el nivel de colesterol.

Mientras estoy andando con mi bolsa llena de compras en dirección de casa, noto que la llovizna se acabó. El tiempo se ha vuelto bastante agradable. Parece primavera. Me surge un deseo de hacer algo y ando un poco más rápido. Luego voy a ponerme mis zapatos deportivos para correr un poco en El Pajariel (la montaña al lado de Ponferrada). Eso es sano para cuerpo y mente. Al menos, es lo que dicen.