jueves, 25 de diciembre de 2014

El discurso del rey

Es navidad. Lo celebraré en Holanda, aunque gran parte de mis pensamientos estarán en El Bierzo. La manera de celebrar Navidad en mis dos países es bastante similar; la globalización y la secularización disminuyeron las diferencias culturales y religiosas.

Una similitud entre los dos países es el discurso de Navidad del rey en la televisión. Seguramente este año el rey de España lo hará mejor que el rey de Holanda. A diferencia de su padre, que era un terrible orador, Felipe tiene la capacidad de hablar en público. En Holanda tenemos ahora un rey que no puede evitar decir ‘eh’ cada tres palabras, aunque un texto memorizado va un poquitín mejor.

En oración Felipe de España puede ser mejor que Willem (Guillermo) de Holanda, pero en popularidad parece que es el rey de Holanda quien gana. Tengo la impresión que muchos españoles están hartos de la familia real con su corrupción y su estilo de vivir tan costoso. Muy sospechoso es que Juan Carlos mantiene el título Rey. No se puede evitar pensar que es para mantener su inmunidad y prevenir investigaciones jurídicas. Holanda se pone cada vez más naranja, el color de la familia real. Creo que la popularidad de la monarquía crece sobre todo por la reina Máxima, una mujer que sí es capaz de comunicar fácilmente, aunque sea con un acento argentino (pero un acento hace a nosotros inmigrantes solamente un poco más encantadores, ¿verdad?).

Será uno de estos caprichos de la historia si ahora España vaya a ser una república (¿quién sabe?) mientras en Holanda la monarquía está más fuerte que nunca. Holanda debe su existencia a una guerra contra el rey de España después de la cual se fundó una de las primeras repúblicas del mundo. Mira, hasta los nombres de los protagonistas eran en el siglo 16 los mismos que ahora: el rey de España era Felipe (II) y el líder holandés más importante del revuelto era Guillermo (I) de Orange, aunque este nunca logró a ser rey.

Desde luego el sistema de heredar un cargo importante es bastante arcaico e ineficaz. Imagínate que así se nombraran los jugadores del equipo nacional del fútbol, por ejemplo. No hay ninguna garantía que los hijos de Arjen Robben o de Xavi Hernández serán los mejores futbolistas del país. Sí, en principio soy republicano. Durante mi adolescencia solía tener feroces discusiones sobre el tema con mis padres. Solamente para fastidiarme, mi madre ponía a veces en la repisa de la chimenea una foto que me mostraba a mí como niño celebrando el día de la reina.

Ahora soy menos fanático. La verdad es que la función del rey carece de importancia. Su tarea principal es representar el país en ceremonias oficiales. Un presidente elegido normalmente no es un símbolo del pueblo entero sino solamente de sus votantes. Imagínate, Aznar o Felipe González como presidente. La mitad de los españoles no se sentía representado por uno de ellos.

Por esto tengo una propuesta: una nueva manera de elegir un rey o una reina (o llámalo presidente) sin que sea una figura política. Será un poco como el Eurovisión Song Festival. Cada 5 años (por ejemplo) se celebra rondas preliminares en todas las regiones del país, y después una gran competición en la televisión nacional. Los candidatos tienen que pasar diferentes pruebas: una competición sonreír bajo circunstancias difíciles; dar un discurso sin contenido, responder a preguntas sobre asuntos muy controvertidos (como: quien es mejor jugador: Cristiano o Messi) sin molestar a absoluta nadie en el país, etcétera, etcétera. Al final la gente puede votar y tendremos el rey o reina ideal para el cargo. Y si no, ningún problema, después de cinco años habrá otro. Si quieren los reyes actuales también pueden participar en la competición y, quien sabe, en Holanda, eh, ganará el, eh, candidato de la familia Orange, eh, Guillermo. Desde luego también habrá una Liga de Campeones para elegir el rey/presidente de Europa. No me parece mal el puesto de trabajo. Quizás ya voy a practicar un poco en dar discursos sin contenido.
 Celebrando el día de la reina 
con mi madre y el perro Rakker

sábado, 6 de diciembre de 2014

Despedirse

Voy a pasar algunas semanas de diciembre y enero en Holanda. Trabajar, ver a la familia holandesa y los amigos allí, ir a mis bares favoritos, jugar fútbol, hacer música y, quién sabe, patinar si esta vez el invierno toma en serio su tarea de congelar los canales. Entonces, casi ha llegado el momento de decir ‘adiós’ a España y’ hola’ a Holanda.

Pero he notado que aquí en El Bierzo casi nadie dice ‘hola’ o ‘adiós’. Si encuentras a un conocido en la calle, se dice ’hasta luego’. Yo me quedo con el ‘hola’, que aprendí en los clases castellano donde también me enseñaban que ‘hasta luego’ es para despedirse. O será que el ‘hasta luego’ quiere decir algo como ‘hola, no tengo tiempo para ninguna conservación, pues, hasta luego.’ La palabra ‘luego’ parece en todo caso afuera de lugar, porque a veces se trata de gente que no has visto en meses y que probablemente no vas a encontrar luego. Casi el mismo desarrollo tenía la palabra ahora, que, utilizado en expresiones como: 'hasta ahora', 'lo hago ahora', o 'ahora vengo', casi nunca tiene algo que ver con la significación original: en este momento mismo.

También la palabra adiós parece lentamente extinguirse, por ser sustituida por '¡ciao!', o el doble '¡ciao ciao!' En esta novedad participo entusiasmado, quizás porque el 'ciao ciao' parece un poco al doedoei (duduy) que utilizamos tanto en Holanda. La vieja generación española tiene a veces problemas con esta novedad de utilizar una despedida italiano. Hay ciertos miembros de mi familia española (no menciono nombres) que siempre me corrigen: ‘En España no decimos 'ciao ciao', decimos 'adiós'.’ No me extrañaría si pensaran que era yo quién introdujo esta nueva costumbre, igual que las verduras sofritas y las patatas fritas con mayonesa.

Pero hay una manera de despedirse que más me solía confundir, sobre todo cuando teníamos una comida en un fin de semana o día festivo de la primavera o del otoño. Como los fieles lectores de este blog ya saben, la costumbre de comer ampliamente en medio del día no siempre me gusta. Está bien en el invierno cuando hace demasiado frío para otras actividades. También en verano, cuando es el sol del mediodía que impide estar afuera, una comida y siesta me parece tanto útil como agradable. Pero en los primeros días de la primavera me gusta andar por la naturaleza para oír los pájaros y ver las primeras flores. En los últimos días soleados del otoño no hay nada mejor que pisar en un bosque el césped de las hojas caídas y oler la humedad y las setas. A veces no es posible. Tenemos una comida, con por ejemplo un primer plato de patatas con judías, el segundo plato con cordero asado, un postre de arroz con leche y después té o café con bombones. Todo muy agradable, desde luego, pero durante estas comidas no puedo evitar mirar de vez en cuando por la ventana para ver desesperadamente como los últimos rayitos del sol de la tarde ya rozan los topes de los árboles. Y cuando por fin estamos en el proceso de despedirnos, lo que a veces toma bastante tiempo, los miembros de la familia me dan un susto tremendo con las palabras: ‘Hasta mañana’. ¿¡Hasta mañana?! ¿Otra vez vamos a comer?  Hoy día sé que hasta mañana no de veras significa hasta mañana como hasta luego no significa hasta luego y hasta ahora no significa hasta ahora.

En todo caso, ya casi ha llegado el momento de despedirme. Entonces, adiós Ponferrada, hasta luego El Bierzo, ciao ciao mis amigos y amigas, hasta mañana mi familia española, hasta siempre mi amor.