domingo, 24 de febrero de 2013

Todos somos gente


El humor es un método probado de digerir noticias malas. En estos tiempos revueltos circula en internet una abundancia de películas y fotos con subtítulos humorísticos sobre la crisis y los casos de corrupción. Una de mis favoritas es una foto del aterrizaje en Marte con el texto: Marte – aeropuerto de Castellón 1 – 0. Pero hace poco recibí por email una película que me escandalizó un poco, lo que no ocurre fácilmente. Se  trata de una parodia de los señores Rajoy y Montoro que vemos en un balcón gritando al pueblo que redistribuyen el dinero muy eficazmente por robarlo de los pobres y darlo a los ricos y corruptos. No está mal. Ya casi termina la película cuando Rajoy apunta a la distancia y dice algo como: ‘Y allí viene Eurovegas’ después de lo cual el pueblo canta y baila: ‘¡Señor judío, le recibimos con alegría!’ (La peli se puede ver AQUI)

¿Por qué me escandalizó esta canción? En mi opinión se puede bromear con casi todo y sobre todo con personas que se toman demasiado en serio a si mismas. En esta categoría también caen los creyentes, los nacionalistas o gente de cualquier otra convicción. Es que yo no sabía que este Adelson, el hombre detrás de Eurovegas, era judío. Entonces, ver a un grupo de personas cantar sobre un judío en un programa satírico sobre la corrupción en España (dónde casi no hay judíos) era para mí una sorpresa. Y aunque hubiera sabido que Adelson era judío,  tampoco me habría gustado mucho la canción. Un texto como ‘Bienvenido americano’ quizás pasaría inadvertido a mi atención. Pero si Adelson fuera un negro, tampoco me hubiera gustado una canción como ‘bienvenido negro.’ Y algo como: ‘bienvenido homosexual’ tampoco. La raza, religión o preferencia sexual de Adelson no me parece de importancia en este asunto. Vincular judíos a un negocio sucio es un prejuicio que ya oí ventilar demasiadas veces en mi vida.

Puede ser que acerca del tema del antisemitismo soy hipersensible. En la juventud de mis padres los nazis deportaban y asesinaron a más que 100.000 de judíos de Holanda. Esto generaba en Holanda y tantos otros países una vergüenza y un sentido de culpabilidad.  Aquí en España la memoria de la segunda guerra mundial vive mucho menos, porque España era oficialmente neutral. Las persecuciones de judíos en España por la inquisición ya pertenecen a un tiempo tan remoto que hoy día no generan sentimientos de vergüenza o remordimiento.  Por eso aquí se habla tranquilamente de ‘matar a un judío’ cuando se toma una limonada durante la semana santa, lo que para un guiri holandés es algo increíble. También es en España donde encontré por la primera vez en mi vida a personas que en serio negaban el holocausto. Vale, por suerte, estas ideas también aquí son muy excepcionales.  Otra cosa que me extrañaba bastante era que en el Diario de León llamaban a un soldado que estaba con la División Azul en Rusia un ‘héroe de guerra’. Había también bastantes voluntarios holandeses en el frente del este combatiendo al lado de los alemanes, pero nunca llamaríamos a aquellas personas ‘héroes de guerra’ sino más bien traidores, fascistas o  simplemente holandeses falsos. (El artículo se puede leer AQUI)

Lo sorprendente es que los sentimientos de antisemitismo en España no solamente se pueden encontrar en las filas de la extrema derecha, donde tienen su ámbito natural, sino también entre gente que pretenden ser de la izquierda. En este caso la solidaridad con los palestinos llega a confundir el estado Israel (o los lobbies pro-israelí en los EEUU) con los judíos en general. Así hacen el mismo error que los sionistas que ven en cualquier crítica a Israel una forma de antisemitismo.  

Una vez un español me pregunto: ‘¿Y qué opinas tú de los judíos?’ Respondí un poco confuso: ‘¿Los judíos? ¿Todos? Ahora ya vivo en España desde más hace tres años, y ni siquiera tengo una opinión sobre todos los españoles.’ 


lunes, 4 de febrero de 2013

Mi carrera de cantante


De pequeño ya quería ser cantante. Eran los años sesenta del siglo pasado. Mi hermano mayor tenía algunos discos de los Beatles y también en la radio se oía mucho las canciones del grupo inglés. Sin entender nada del contenido murmuraba los textos cuando sonaban las canciones. Un día el gran momento había llegado. Cogí el sacudidor de alfombras de mi madre y salí a la calle. Ya había elegido el sitio. Al principio de la calle, cerca del canal, había una boca de agua donde los bomberos pueden enchufar la manguera en caso de fuego. La boca sería mi micrófono. Cogí el sacudidor como si fuera una guitara, miré una última vez a los dos bloques de casas a ambos lados de la calle donde me imaginaba tribunas llenas de público y empecé mi concierto. Espero que sonaba un poco como ‘She loves you, yeah, yeay.' Quizás también di una imitación de ‘Help, I need somebody’. Para mi sorpresa de veras atraía público. En los balcones de las casas aparecían vecinos para ver porque este chiquito de unos seis años estaba gritando en la calle con un sacudidor de alfombras en sus manos.

Creo que di algunas actuaciones simulares. Después la timidez ganó al entusiasmo infantil. Solo en mi habitación unía mi voz a la de Lennon y McCartney. Más tarde en mi vida también canté con mis propios discos: The Who, Pink Floyd, Yes, si, hasta Frank Zappa. No sonaba nada mal, en mi opinión. Cuando tenía unos diecinueve años compré una guitara y me aprendí los acordes. Los Beatles volvieron a mi repertorio. A veces sorprendía a un amigo o familiar con una interpretación de una canción. La mayoría de las veces esto resultó en miradas evasivas. Pocas veces alguien dijo: ‘Vale, ya aprendiste a tocar la guitara bien, ¿verdad?’ Solamente unos pocos me dijeron sin rodeos: ‘¡Hombre, cantas completamente fuera del tono!’ Grabé una canción en mi casete y después lo podía oír también. Mi camino hacia la fama estaría sembrado de espinas.

En los años ochenta creábamos con unos amigos un grupo de música. Se llamaba ´t Weiland, La Pradera, con canciones alegres en holandés, lo que era completamente afuera de la moda en aquel período de Punk y New Wave. Algunas veces probé a cantar la segunda o tercera voz hasta mis amigos me avisaron con insistencia de dejarlo. Solamente una canción era para mí. Normalmente era la última de la actuación. No fritura, se llamaba, lo que era un juego de palabras con No Future, el lema sombrío de la juventud de entonces. En el número algunos borrachos entran en un snackbar y piden, patatas fritas y croquetas, aunque ya es la hora de cierre. Yo soy el empleado. Me enfado y canto en gritos: ‘¡No fritura! ¡Entonces no patatas! ¡No, tampoco hay croquetas! ¡Ya estamos cerrados!’ Solamente para eso valían mis capacidades vocales: para dar un toque cómico al concierto.

Cuando me instalé definitivamente en Ponferrada compré una guitara acústica. No hay nada más relajante que puntear la guitara. A veces canté. Lentamente se formó una canción llena de nostalgia y anhelo. Cuando la canté para Ana, vi aparecer unas lágrimas en sus ojos. Entusiasmado hice un videoclip y lo puse en Youtube. La gente de Estado Público.com, un medio de comunicación online, descubrió por casualidad mi blog Opiniones de un guiri. Para mi asombro no solamente querían publicar mis blogs, sino también mi videoclip. Mi carrera como cantante había llegado a su etapa decisiva.

Ahora a ver cuándo llegará el momento de mi triunfo. Por vía del Festival de Eurovisión, tal vez. Como representante de España o de Holanda, esto no me importa tanto; mis pasodobles tienen casi la misma cualidad que mis baladas holandesas. En todo caso, cuando llegue el momento de la entrega de los premios, mis agradecimientos serán para todas las personas que habían contribuido en la realización de mi sueño: todos los colaboradores de Estado Público.com por su buen criterio musical, mi mujer Ana por su apoyo incondicional, mis camaradas del grupo La Pradera por la colaboración creativa, y mi madre por su sacudidor de alfombras.

Para ver el videoclip en Estado Público.com, haz click AQUÍ

't Weiland (La Pradera) en los ochenta