viernes, 19 de noviembre de 2010

Tiempo para leer

Otoño en El Bierzo. La calle está llena de hojas muertas y castañas. Lejos, en el norte, la nieve ya ha pintado la montaña blanca. Está nublado y frío. Tiempo para leer. Voy andando hacia la biblioteca de Ponferrada.

No. Nunca he sido un verdadero comprador de libros. Para mí lo que vale de un libro es el contenido. Esto quiero tragar. Después me desprendo de la materia sin alma. Otra persona puede insuflarla de vida por sacar los pensamientos del escritor. ¿Cuántos libros habré sacado en préstamo de las diversas bibliotecas de Amsterdam? Deben ser unos cientos. Era socio desde tener doce años. Cuando estoy en Amsterdam, nunca olvido visitar el majestuoso edificio en el puerto donde está la biblioteca central de Amsterdam hoy día. También del biblio de Ponfer soy un fiel cliente.

Aquí dentro hace calor. Casi no hay sitio entre las estanterías llenas de libros. ¡Qué rica es la oferta! La literatura española. Javier Marías. Antonio Muñoz Molina. Nombres que suenan bien. Es extraño que en España nunca han decidido cómo escribir el texto sobre el canto de los libros: desde arriba hacia abajo o desde abajo hacia arriba. En Holanda siempre es de arriba hacia abajo. Se lee los títulos con la cabeza inclinada hacia la derecha. Aquí tienes que cambiar todo el tiempo desde la izquierda a la derecha y a la inversa. Es una vista fascinante. Es como si la gente mueve las cabezas en un ritmo irregular de una música inaudible. Se cansa, es verdad, pero quién sabe, quizás es saludable. ¿Te molesta regularmente la nuca? ¡Visite al menos una vez en la semana la biblioteca!

Con una rica cosecha (Vargas Llosa, Semprún) ando en la dirección del centro de la ciudad. Quiero más. Allí hay una librería que tiene una oferta que es razonablemente buena. A hojear un poco. Porque últimamente sí compro de vez en cuando un libro. Sobre todo cuando estoy en Holanda. Libros para traer. Para saciar mi hambre de la lengua holandesa. El último de Arnon Grunberg, el nuevo de Richard de Nooy, un viejo de Willem Frederik Hermans. A veces ya los he acabado en el avión de regreso. Y también aquí en España compro de vez en cuando un libro. Traducciones de títulos que me importan. Para dar a Ana. Pobre chica. Nada más terminar las seiscientas páginas de ´El descrubrimiento del cielo´ de Harry Mulisch, ya le dejo en la mesita de noche el también gordo ´Todas las almas´ de Cees Nooteboom. Siempre hay una ocasión para regalar un libro. Cumpleaños, Santo, Navidad, los reyes magos, el día del libro, o solamente porque en un día con tiempo riguroso como hoy leer es una actividad muy atractiva. Y cada vez ella logra mostrar una sonrisa agradecida diciendo: ´¡Que sorpresa! ¡Una traducción de un libro holandés! ´

Pero esta vez no encuentro nada a su gusto. Saludo al librero y salgo hacia afuera. Por un momento estoy dudando. ¿Dónde voy a leer el periódico? Casi nunca lo compro. La razón es muy práctica. El País, que en mi opinión sobresale por encima de los otros periódicos, cuesta en el kiosco €1,20. Un café con leche con un churro en un bar cuesta € 1,00. No siempre ganar dinero es tan fácil. Solamente tienes que saber en qué bares tienen El País. No siempre está apreciado. Pertenece a lo que los populistas en Holanda llaman hoy día la iglesia de la izquierda. Un diario elitista. Con profundos análisis de la economía y de la política. Justamente lo que me apetece esta mañana. Decido ir al Café Universal. Allí no tengo que pedir nada. Allí me conocen. Allí me siento a leer el periódico y me llevan un café con leche con un saludo amable. Allí me siento bienvenido.