miércoles, 19 de mayo de 2010

¡Patatas!

Todavía no recuperada de la angustia mortal ella dirige el coche a un sitio adecuado al lado de la autovía para aparcar. Después me mira con reproche en me pregunta: ‘¿Por qué me dabas un susto tan grande? Esto era muy, muy, muy peligroso.’ Si, ¿por qué lo hice? Es una larga historia.

En los años ochenta visité por primera vez España. Spain is different era un slogan con el que querían vender el exotismo de España a turistas extranjeros. Parcialmente todavía es verdad. En España se ha mantenido la autenticidad cultural más que en otros países. A veces esto parece un poco provinciano. Pero a la vez es la atracción de España. Todas estas fiestas tradicionales. Toda esta comida maravillosa en los restaurantes. Vale, hay en Ponferrada algunas pizzerías. Y hay un restaurante chino donde nunca nadie va a comer. ¿Pero más restaurantes extranjeros? No lo creo. Periódicos internacionales no se puede obtener en esta capital de la región. En la biblioteca hay quizás Le Monde traducido en castellano. Y se mantiene muchas costumbres propias. Como el volumen de la conversación.

Los holandeses lo llamaríamos gritar, la manera en que la gente aquí habla en los cafés, los restaurantes o en las esquinas de las calles. Me solía fascinar mucho. ¿De qué estarán hablando? ¿Se trata de diferencias políticas que, por la ferocidad de la argumentación, provienen de la guerra civil? ¿O quizás se trata de una enemistad entre familias por una historia de amor dramática, como las que se puede leer en las obras de teatro de Federico García Lorca? Quizás hablan de fútbol. Barcelona, Madrid, siempre un motivo para una discusión acalorada. Al progresar mi castellano me iba dando cuenta que las conversaciones en voz alta eran sobre la comida, el tiempo, la salud de los nietos, o, en este tenía razón, sobre fútbol.

Esta tarde paramos para tomar un café en un bar al lado de la carretera en un pueblecito de Valladolid. En la omnipresente televisión había fragmentos de los partidos de fútbol de ayer. ‘¡Gol! ¡¡¡¡Gol!!!! ¡¡¡¡¡¡Gooooooool!!!!’ resonaba la voz del reportero por el local. La máquina tragaperras dejaba claro con mucho ruido que alguien había ganado dinero. Y por encima de todo esto ruido tres parejas de la tercera edad mantenían una conversación a gritos sobre la diferencia entre la cualidad de las patatas de Galicia (¡¡¡Te lo digo. Son las mejores. Son absolutamente las mejores!!!’) y las de León (‘¡¡¡Son demasiado secas. Son simplemente demasiado secas!!!’). En fin, no encontramos mucho relax, allí, en este bar al lado de la carretera.


Pagamos y seguimos la ruta a Ponferrada. Llegamos a la autovía. Todavía faltaba mucho antes de llegar a nuestra casa. No mucho trabajo para el copiloto. Mis pensamientos me llevaron hacia mi futuro aquí en España, en el Bierzo. ¿Cuándo me integraría realmente? Tendría que mejorar mi castellano bastante. Tendría que perder este acento holandés. ¡Desde ahora voy a probar hablar como alguien de aquí! Volumen, entonación y temas. Y lo hice. Empecé una conversación al estilo castellano. ‘¡¡¡En Holanda comemos en la cena muchas patatas!!!’