viernes, 16 de abril de 2010

Procesión en Ponferrada

Jueves de Pascua. En nuestros abrigos esperamos en la calle hasta que llegue la procesión. Hace frío. Por un momento mis pensamientos vuelven a la conversación por teléfono que tenía la semana pasada con una funcionaria del ayuntamiento de Amsterdam. Por su voz era claramente una jovial mujer proveniente de Surinam, la antigua colonia de Holanda. ´Sabe usted, en este momento estoy viviendo en España …... ´ Espontáneamente me interrumpió. ´¿En España? ¡Qué suerte! ¡En el sol! Vale, aquí nada de eso.´ Le expliqué: ´Ponferrada está en el noroeste de España. Puede hacer mucho frío aquí.´ Después continuábamos la conversación sobre la complicada burocracia que pertenece a vivir en otro país.

Suena música. Rom rompompom, hacen los bombos. Entre este ritmo los tambores marcan un ritmo más rápido. La procesión aparece en la esquina. Lentamente la banda de música pasa. La sección de viento pone sus cornetes en sus labios. Suena fuerte, desafinado y agudo. Pero también hermoso. Después pasan los papones. Son personas que marchan en procesión en trajes que me recuerden inmediatamente a las del Ku Klux Clan. Un traje largo con una caperuza que oculta la cara. Si, otra asociación que tengo es con la burka. Claro, no soy católico. Ni siquiera creyente. Hasta me da un poco de miedo, esta gente que piensa saber lo que quiere su dios todopoderoso. Una iglesia entro con desgana. Mucho relumbrón. Bonitas estatuas y pinturas, sin duda, pero siempre el mismo tema. El sufrimiento. Sobre todo cuando hay gente rezando en voz alta, como ocurre aquí a veces, quiero salir cuanto antes. Hace poco estuvimos en una iglesia donde las monjas estaban rezando separadas, cerradas detrás barrotes. Las monjas de clausura. Separadas del mundo voluntariamente, me aseguraban para quitar mi estupefacción.

Mientras tanto pasa el final de la procesión. Unos papones llevan un paso sobre los hombros. Esto se repite en casi todas las ciudades de España durante la Semana Santa. Las esculturas de Jesús y María van en las procesiones por las calles. A veces se trata de obras de arte barroco. Pero hoy en Ponferrada nada de eso. La escultura contiene muchas figuras. Representa la última cena. Y tiene un aspecto moderno. Los apóstolos parecen a figuras del tebeo de Tintín.

Un poco desilusionado tomamos algo en un bar lleno de humo. Pedimos limonada. Justamente lo que necesito. La limonada resulta ser una bebida alcohólica, que solamente se toma en la semana santa. Se mezcla unos litros de vino con agua, azúcar, naranjas, limones y canela y se deja esto una semanita a fermentar. El resultado es un dulce licor con un porcentaje de alcohol inseguro. Un amigo me cuenta que beber una limonada se llama aquí ´matar un judío´. Empiezo a protestar. Teniendo en cuenta las persecuciones de los nazis y de la inquisición, esto me parece un lenguaje muy incorrecto. ´Es solamente tradición´, tartamudea el amigo. Me doy cuenta que es el mismo argumento que se utiliza en Holanda para justificar los zwarte pieten de Sinterklaas. Sinterklaas, San Nicolás, viene cada año desde España a Holanda para dar el 5 de diciembre regalos a los niños. Tiene un montón de ayudantes, que todos se llaman Zwarte Piet, Pedro Negro. Son caricaturas de los antiguos esclavos africanos. Gran parte de la población negra de Holanda odia esta fiesta. ´Vale, San Nicolás, otra vez un católico de España´, pienso muy injusto bajo la influencia de la tercera limonada ya.

Después de todas estas limonadas se duerme estupendamente. Pero a las seis de la mañana nos despierta el sonido de tambores y trompetas desafinadas desde de la calle. Ya es la hora para la próxima procesión. Pero no para nosotros. Vamos a pasar este Sábado de Pascua como en Holanda. Levantarse tarde, un desayuno con huevos cocidos y pan con pasas. Después quizás una caminata aquí en los alrededores. Si las condiciones atmosféricas lo permiten.

Bajo sospecha. Un thriller multicultural.